domingo, 28 de noviembre de 2010

“El niño y las vicisitudes de aprendizaje”


Trabajo de investigación
“El niño y las vicisitudes de aprendizaje”
Por Cardozo, Maria Laura y Donadio Debora

INTRODUCCION
En el presente trabajo  vamos a hacer un recorrido por aquellas vicisitudes que pueden atravesar los niños en el proceso de aprender, las mismas pueden tener una diferente etiología, ya sea, orgánica, social, socioeconómica, educativa o por inhibición intelectual, pero todas desembocarán en la restricción en el sujeto del deseo de aprender.
Estas vicisitudes se cristalizan en el ámbito escolar que es el espacio en donde el aprendizaje toma corporeidad en un espacio formal y el mismo está enmarcado en una serie de reglas y tiempos pautados por el sistema escolar, a los cuales no todos los niños  pueden atenerse y responder como la escuela requiere, sino que cada niño se desempeñará según su singularidad.
A este aprendizaje escolar se le debe dar un sentido, que el sujeto va construyendo por sí mismo, influido por condicionantes culturales familiares y del medio en el que interactúa. Este sentido o significado debería construirse a partir de la natural epistemofilia, es decir, a partir de una  asimilación de conocimientos aquí y ahora, y  también  una gratificante aplicación de dichos conocimientos a la realidad cotidiana e inmediata.
 Los investigadores, estudiosos y especialistas aceptan que el aprender es un fenómeno psicológico complejo, cuyo producto final – construir conocimientos – supone procesos mentales en los que intervienen, de una u otra manera, distintas dinámicas: biológica, afectiva, cognitiva, motriz, psicosocial, etc. Todas ellas deben articularse equilibrada y armónicamente para lograr un aprendizaje eficaz. Es decir, el aprendizaje es un proceso en el que se conjugan dimensiones subjetivas y también contextuales como las institucionales, las psicosociales y las políticas, atravesadas por tiempo y espacio socioculturales.



DESARROLLO
La preocupación por los problemas de aprendizaje, aparece ligada a la extensión de la escolaridad obligatoria y a la observación de que algunos niños se retrasaban en los aprendizajes básicos, dando lugar a un sistema de educación paralelo, el de la educación especial, aquí vemos como las vicisitudes en el aprendizaje también toma cuerpo en una institución formal, al igual que la escuela y la educación común, convirtiéndose en un fenómeno complejo y difícil de abordar desde un solo lugar.
Como planteamos en la introducción son varios los factores, dentro de las vicisitudes, que llevan a que un niño presente aciertos como falencias en el proceso de aprender llevado a cabo en la institución escolar, quizá, el que más nos interese y en el que haremos hincapié, es la influencia de lo social en relación a lo educativo, ya que un niño no está solo en este desarrollo, aquí están: el niño, la escuela,  el maestro, los padres y el contexto social.
Citando a Inés Dussel en su texto “La niñez contemporánea” ella menciona: “Alguien decía, hace bastante, que los hijos se parecen más a su tiempo que a sus padres. Con esa frase querían evidenciar que cada época imprimió características peculiares a los sujetos, confrontándolos con determinados problemas, con instituciones particulares, con tecnologías y modos de entender la cultura que los moldearon y los ayudaron a devenir adultos.
La escuela tuvo mucho que ver con la delimitación de la infancia, tanto por la difusión de un discurso psicológico que estableció de manera taxativa qué debía esperarse de los niños, como por la expansión de una idea de minoridad-incompletud- inmadurez que colocó a la infancia en un lugar subordinado, cuya voz y perspectivas no debían tenerse en cuenta. También tuvo mucho que ver con la producción de una infancia "correcta" y "aceptable" en términos morales y políticos. Una recorrida por los textos escolares nos permite ver los esfuerzos estatales para construir "un buen niño": patriota, ejemplo ciudadano, moralmente medido y con  pautas de higiene y con roles sociales claramente delimitados.
Quino, desde su personaje de Mafalda nos ayuda a entender que hay modos distintos de experimentar la niñez. La pluralidad de infancias es un elemento a destacar, en contra de una visión escolar que tendió a encerrar las experiencias infantiles en un armazón rígido que excluyó formas de ser niño o niña que no encajaban en estos parámetros.
 Pero además hay que destacar que en el último tiempo se suceden discursos tremendistas/ alarmantes/implacables/severos sobre la infancia: la infancia en peligro por las nuevas tecnologías; la infancia en crisis (o la infancia finalizada, la infancia inexistente) por la irrupción de los medios electrónicos y la transformación de las familias; la infancia peligrosa, la infancia abandonada, la infancia cartonera o la infancia de la calle, todas figuras que aparecen investidas de una falta de futuro y una falta de presente, difíciles de asimilar para la institución escolar”[1]
Si la institución escolar no puede asimilar a un niño “no convencional”, a un niño que no está inserto en una familia en la cual “el aprender y la escolaridad tiene un lugar importante” entendemos por qué los equipos de orientación escolar están  desbordados, constantemente, sobrevuela al docente la idea del “no puedo con este alumno” y esto se debe a que no se sienten preparados para abordar temáticas para las que “no fueron capacitados”, la sociedad cambia de manera efímera y con ella cambian valores, reglas, costumbres, hábitos, así como también los individuos que habitan esa sociedad.
Tomando en cuenta el texto de Correa Cristina “La destitución de la infancia”[2], cuando hablamos de infancia hablamos de prácticas estatales burguesas que instituyeron sobre el niño, producido como dócil, durante casi tres siglos. Tales prácticas produjeron significaciones con las que la modernidad trató, educó, y produjo niños: la idea de inocencia, de docilidad, la idea de latencia o espera. La escuela constituyó el ámbito en que la niñez espera el futuro, en ella se cumple la misión de educar al ciudadano.
En la actualidad, se produjeron variaciones en las dos instituciones principales en las que se apoya la niñez: la escuela y la familia, pero a su vez estas variaciones, se apoyan en los cambios en la cultura producidos por el desarrollo del consumo y la tecnología.
Debemos considerar, en ocasiones, la niñez como reflejo de la sociedad que varía, sociedad que se refleja en los más débiles e inocentes, el adulto, muchas veces ya no cumple la función de ser la persona que cuida y contiene al niño, y la escuela, en esta época, ha cambiado su función, antes estaba dirigida a educar al ciudadano para el progreso, ahora es asistencialista, cubre necesidades que no las puede cubrir la familia. Hay niños que se encuentran sumergidos en un contexto de violencia, delincuencia, pobreza y consecuente marginación, y de esta manera se dificulta que un niño solo ocupe su rol de niño, las dificultades que se les presentan ya no los dejan preocuparse por vivir su infancia, sino por cubrir el lugar que le deja preparado la sociedad consumista e “informatizada”.
La sociedad actual, ubica al niño en el mismo lugar simbólico que el adulto, cuando un sujeto-niño comienza a desempeñar un lugar en el sistema laboral, exigido ésto desde el contexto social en el que se encuentra inmerso; cuando desde los medios masivos de comunicación y con el auge tecnológico puede acceder a la misma información que un adulto, con la diferencia abismal de que éste último,  la puede manejar y procesar de un modo correcto, pero el niño no cuenta aún con las estructuras psíquicas y quizás madurativas, que se lo permita, puede producirle efectos perjudiciales, ya no ubicándolo como un niño que se interesa por vivir su infancia sino que tiene intereses similares a los de un adulto.
La situación escolar no escapa a esta realidad, el docente debería estar dispuesto a trabajar con niños que están posicionados en ese rol de adultos. Para estos niños, la escuela no es el lugar que alberga la dualidad aprender- placer, bien sabemos que si no hay placer es imposible que haya aprendizaje, o bien, puede existir pero sin adquirir una propia significación; parafraseando a Anny Cordié  “El niño no viene a la escuela para buscar el placer de la facilidad: este placer lo encuentra en otra parte, mirando  televisión por ejemplo o  en las revistas, evidentemente la enseñanza sería más atractiva si conservara ese costado lúdico que los jóvenes tanto aprecian. Todos saben que los profesores que tienen sentido del humor obtienen mejores resultados que los otros”[3]
Estas vicisitudes a las que el niño está expuesto, comienzan en su entorno más próximo y continúan reproduciéndose en la escuela  y así se convierten en parte de uno de los factores que puede desencadenar en el temido “fracaso escolar”, el cual produce el etiquetamiento del niño y la consecuente angustia, sintiéndose excluido y alejado, quedando en los márgenes de la sociedad.
Es desde aquí, donde no se genera tan solo un malestar en el alumno, sino también en el docente, donde éstos sienten una falta de adecuación a las poblaciones escolares actuales. Consideramos que, cuando un docente no puede contextualizar su práctica a favor del contexto que vive el niño, se  produce un vaciamiento de saber, ya que tal vez la adquisición del mismo no es su prioridad y necesita un  docente que mire más allá de su práctica, que pueda correrse de su lugar de transmisor de conocimiento y de  posicionar su mirada desde la comprensión, viendo la posibilidad del alumno y no quedando en la imposibilidad, recién logrado esto podrá transmitir un saber significativo y el niño podrá apropiarse de él.
Es necesario también, retomar la idea de aprendizaje significativo que logra que el aprendizaje se vea favorecido, no debemos olvidar que el niño es considerado un sujeto activo que se apropia del saber, y no un sujeto pasivo en el que se inscriben datos; se debe tener en cuenta lo que un alumno es capaz de hacer y aprender en un momento determinado, tomando también los saberes previos.
La diferencia entre aprendizaje significativo y aprendizaje repetitivo afecta directamente el vínculo entre el nuevo material de aprendizaje y los conocimientos previos del alumno, es importante que el docente, como mediador entre el conocimiento y el niño, pueda tender puentes que construyan un aprendizaje funcional a las necesidades del alumno, que lo pueda relacionar con circunstancias cercanas y con nuevos contenidos, se debe tener en cuenta que, para que un aprendizaje pueda darse de la manera más apropiada, debe mantenerse en el sujeto el deseo de aprender.
“El carácter subjetivante del aprendizaje muchas veces es olvidado y ciertos profesores o padres pretenden despertar el deseo de aprender en los niños y jóvenes, apelando a que “estudiar es necesario para alcanzar un trabajo mejor” o para tener reconocimiento social. Se desmiente así lo que la sociedad actual ofrece, y lo que es más grave, se desvirtúa el acto y el objeto del aprender, dejando a muchos niños por fuera de la posibilidad de reconocer su propio deseo de aprender”[4].
Los docentes en este proceso, deben propiciar herramientas y un espacio adecuado donde sea posible la construcción del conocimiento, donde el niño pueda conocer y re-conocerse como creador de conocimiento, donde su deseo de aprender se vea alimentado y estas vicisitudes que puedan surgir en el proceso puedan encaminarse a través de la figura docente, quien será el mediador entre el niño y el conocimiento.
No debemos olvidar que el docente debe poder ver más allá de lo que sucede en el aula, es importante que se contextualice al sujeto debido a que éste se encuentra atravesado por la singularidad que vive en su casa y en la sociedad, cuestiones que darán lugar a que el aprendizaje se pueda ver beneficiado o perturbado.
“El fracaso escolar afecta al niño en su totalidad”, entonces, sería importante reflexionar sobre la posibilidad de evitar estos fracasos si el sistema educativo se posicionase desde otro lugar, desde un lugar de subjetivación del alumno, donde se lo ubique al niño como constructor, como autor de sus propios conocimientos.



Conclusión
Sabemos que las relaciones pedagógicas que tienen lugar día a día en el aula, están atravesadas por emociones diversas, complejas y muchas veces contradictorias, que inciden sobre el proceso enseñanza-aprendizaje y que, o lo facilita o lo perturba.
Los mismos conceptos de educación, aprendizaje, enseñanza, niño, vicisitud  apelan a múltiples sentidos de acuerdo a las significaciones que demos a estos términos, generalmente la primera impresión que tenemos es que los padres y maestros demandan que los profesionales “psi” los conduzcan a ellos, cuando advierten la imposibilidad de su tarea, cuando no han podido conducir por “buen camino” a sus hijos o a sus alumnos. Tal vez nuestro futuro trabajo sea justamente romper la ilusión de que existe el surco, el camino que nos conduzca a todos, e intentar comenzar a esclarecer esa ilusión desde diversas perspectivas.
Y es que lejos de las expectativas de los actores de la educación que demandan “la teoría” que les permita su tarea, la educación no es una teoría ni cuenta con una teoría que la explique completamente. Como nos dice Sara Paín, la educación es en primera instancia un hecho social, con múltiples funciones que implica a varias instituciones sociales: la familia, la escuela, los medios de comunicación etc. y como hecho complejo, convoca a diferentes disciplinas para que en el trabajo en conjunto se pueda lograr un desarrollo positivo y favorecedor.
Es de vital importancia la familia como institución principal formadora de subjetividad en el  niño, como primer escenario de sus experiencias, a su vez, este niño estará inmerso en un contexto social que lo determina y atraviesa, es importante que, la escuela, como institución representante de la educación, pueda abarcar las necesidades del niño, más aún en el caso en el que “el aprender” no constituya el principal objetivo de determinado sujeto y su entorno, es necesario ver el trasfondo que rodea al niño que lo hace caer en un “problema de aprendizaje”, se debe hacer resurgir el deseo, trabajar la imposibilidad desde la posibilidad, no quedar en el aspecto negativo, valorar lo que le niño “si puede” y darle oportunidades, que la escuela actúe como disparador de cambio de la situación en la que se encuentra.
Es importante resaltar los logros obtenidos para que ese deseo de aprender se vea alimentado y pueda crecer.
 Vivimos en etapas de cambios constantes y de manera u otra, los niños como también los adultos se ven afectados por los mismos, a veces cayendo en un lugar en el que no se quiere caer, dejando de ocupar el lugar del infante dócil, y pasando a ser una voz opinante de lo que lo rodea, cargado de responsabilidades y a veces hasta con un “no saber” hacia donde se va, los docentes, en estas vicisitudes del aprendizaje serán los encargados de marcar el camino a seguir, abriendo posibilidades y no cayendo en el “no puedo”, saltando obstáculos y encontrar en lo malo, lo bueno.














[1]Dussel, Inés; Southwell, Marta; “La niñez contemporánea”, internet www.me.gov.ar/monitor
[2] Correa, Cristina; “la destitución de la infancia”
[3] Cordié, Anny “Malestar en el docente. La educación confrontada con el psicoanálisis”. Editorial Nueva Visión, año 2005
[4]Férnandez, Alicia “Poner en juego el saber”. Editorial Nueva Visión.

Déficit y diferencia


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Universidad Nacional de Lomas de Zamora

Facultad de Ciencias Sociales

Cátedra: Diagnóstico de las dificultades de aprendizaje

Segundo cuatrimestre de 2010
Alumna: Liliana Alejandra Ríos
DNI: 18308849

Tema: Déficit y diferencia




“En una sociedad normal la alteridad muere en el olvido. Las palabras que griten a lo diferente son “anormales” y caen en un mar de indiferencia. Romper las ataduras de un mundo que respira un paradigma necrófilo significaría el fin de una era……


 DEFICIT O DIFERENCIA

            Déficit es:
La deficiencia en la cantidad o la calidad.
La falta o el impedimento en una capacidad funcional.
Una desventaja.
           Dentro del paradigma del déficit, lo que falta no deja de ponerse en primer     primer plano, aunque los límites de lo normal sean poco precisos y ésta impre precisión esté invisibilizada.

El paradigma del déficit, de lo que falta, engendró las intervenciones tendientes a completar, a suplir ese déficit. Las personas deficientes pasan a estar identificadas socialmente con lo que falta y la función de los otros queda ligada a hacer por ellos lo que ellos no pueden. Se les daban hormonas para que tuvieran la altura que les faltaba; se les practica cirugía estética para darles la belleza facial que no tienen; se crean escuelas especiales, (pasando por las de nivelación y de recuperación), para darles la información que no han aprendido, siempre con el fin de asimilarlos a algún parámetro de normalidad mayoritaria.
La clasificación y la perspectiva deficitarias establecen el pronóstico independientemente de cualquier intervención, como un techo por encima del cual estas personas no van a poder desarrollar. Cuando establecemos un límite a priori, o las familias y las instituciones dejan de esperan el crecimiento personal, hablamos de plafonamiento. La estigmatización, la alienación, la simbiotización, el aislamiento, son mecanismos usuales de plafonamiento.
El concepto de normalización propone tratar a estas personas normalmente y no como deficitarios. Sin embargo, los programas de normalización se han visto desviados por el paradigma del déficit, dando por resultado múltiples intentos de que las personas con RM sean iguales a las demás, degradando la normalización a una ecualización superficial y formal. Lo que no se puede pensar es la diferencia como una entidad en sí.


Diferencia es:
La calidad o el estado de ser diferente.
Una instancia de distinción en la forma, la calidad o la naturaleza
Una característica que distingue uno u otro, uno de otro o del promedio.
El elemento o factor que separa o distingue situaciones contrastantes.
Diferente, (del latín di-ferens: dos caminos); Distinto, (del latín di-stinguere: instigar, urgir, usado en el sentido de separar marcando con una punta), es la capacidad de ser distinguible al ojo o a la mente como separado.
La diferencia es una condición cualitativa de un sujeto que va por otro camino. El déficit es una descripción cuantitativa de un objeto comparado con un modelo previo. Pensar a la discapacidad como una condición subjetiva y transdisciplinaria requiere un esfuerzo especial tanto en el campo científico como en el socio-político. Mecánicamente pensamos a la discapacidad como un decremento cuantitativo y objetivo.
. La discapacidad, como falta, podría leerse desde la problemática del tener. Pero al esencializar la falta, queda sumida en la problemática del ser.

Tiene sentido diferenciar entre lo que es déficit, en sentido estricto, y lo que constituye la discapacidad que se asocia a ésta. Un mismo déficit puede conllevar discapacidades de carácter muy distinto, en función de las características del medio en el que una persona con limitaciones debe desenvolverse. Así por ejemplo, un deficiente mental experimentará limitaciones intelectuales importantes y, con ello, dificultades para acceder a los conocimientos que adquieren otros de su edad. Pero esta limitación será tanto menos incapacitante cuanto más capaces seamos de seleccionar aquellos conocimientos que le permitan comprender y actuar en su entorno o, al contrario, contribuiremos a aumentar la discapacidad si nos limitamos a ofrecerle aprendizajes que para él nunca lleguen a ser funcionales ni contribuyan a su mejor conocimiento del entornos, en una “parodia” de normalización alejada de sus auténticas necesidades educativas.



El enfoque tradicional, se traducía en una percepción del individuo a partir del déficit, olvidando el resto de rasgos que componen su personalidad Cualquier déficit debe percibirse como un rasgo más de la personalidad del individuo que la padece. Muy poco nos dice que un niño padece “una deficiencia mental de grado medio” Para situarnos mejor, debemos saber si se trata de un niño con iniciativa, si muestra interés por el aprendizaje y por su entorno, si se relaciona bien con sus compañeros, su grado de autonomía en hábitos básicos como control de esfínteres, etc. Cómo es su entorno familiar ,etc. Estamos tratando a un niño, con todo lo que ello conlleva de vivencias, intereses, historia personal, condiciones familiares, grupo social.

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Pensar la discapacidadPensar la discapacidad desde el déficit o desde la diferencia.
Acostumbramos a pensar la discapacidad como una condición en sí misma. Sin embargo, la discapacidad es una condición relacional, un producto en el cual una limitación funcional, en cualquier área del funcionamiento humano, queda sancionada por la sociedad, como una desviacion de escaso valor social.
La mera existencia de la limitación funcional, aunque sea minoritaria, no alcanza para producir una discapacidad si no existe un mecanismo social que la sancione como minusválida. Comprendamos que la discapacitación o la valoración social son procesos que no dependen de una sola persona ni de un solo acto, sino que están incluidos dentro del imaginario social, sostenidos por mecanismos analizables, desarticulables y potencialmente modificables. Estos mecanismos son operados o ejercidos por una instancia de poder dentro del marco social: la familia, la escuela, la institución médica. Que ésos sean los agentes no equivale a considerarlos únicos responsables de la producción de discapacidad. La sanción de discapacidad otorga, a esos agentes, el poder de administrar los recursos públicos, familiares y privados que se destinan al tratamiento de esa misma discapacidad

La movilidad y la visión son elementos valorados en nuestra cultura; su limitación es, consecuentemente, vista como una desgracia privada. Otros grupos minoritarios sobre los cuales no pesa una atribución de minusvalía, las minorías políticas o sexuales, resultan valoradas por su diferencia, hasta el punto de combatirlos como una aberración que debe desaparecer. La sociedad naturaliza estos mecanismos por medio del paradigma del déficit. Se trata de  un paradigma porque es una estructura de pensamiento que condiciona la forma de ver las cosas, prescribe cuáles son las investigaciones y abordajes adecuados y anticipa los modos de verificación de los enunciados que se hagan sobre los objetos abordados. En el paradigma del déficit, se compara cuantitativamente a los objetos, en este caso las personas con limitaciones funcionales, con un patrón o modelo sancionado como normal, (de acuerdo con los diferentes modos de establecer una normalidad: como mayoría, como convención, o como modelo enunciado por la autoridad médica, religiosa o legal). Cuando se interviene sobre estas poblaciones desde el paradigma del déficit se piensa en compensar, reemplazar, dar lo que falta.
Dentro del paradigma del déficit, una persona hipoacúsica o sorda, sólo puede ser entendida como alguien a quien le falta el sentido de la audición. Y todas las regulaciones y compensaciones que haga para sostener el intercambio con sus coetáneos, aunque sean efectivas, serán vistas siempre como señal de su falta, de su déficit. Dentro del paradigma del déficit, lo que falta no deja de ponerse en primer plano, aunque los límites de lo normal sean poco precisos y esta imprecisión esté invisibilizada. "Habla con las manos porque es sordo", podría ser un razonamiento intrascendente. Pero "sordo" tiene una significación social ligada al déficit: "porque le falta la audición tiene que hablar en lengua de señas". Si cambiásemos el paradigma del déficit por el paradigma de la diferencia, la significación de "sordo" equivaldría a señalar una diferencia de cultura, de pertenencia, pero nada que falte con respecto a lo normal, como si dijéramos: "habla en coreano porque nació en Seúl".
Lo que no se puede pensar es la diferencia, en vez del déficit, como una entidad en sí, (Diferente, del latín di-ferens: dos caminos), como una condición cualitativa de un sujeto que va por otro camino. El déficit es una descripción cuantitativa de un objeto comparado con un modelo previo.
Pensar a la discapacidad a partir de las diferencias requiere un esfuerzo especial tanto en el campo científico como en el socio-político. Mecánicamente pensamos a la discapacidad como un decremento cuantitativo y objetivo, tan evidente que no podemos cuestionar su supuesto carácter concreto y su verificabilidad. La discapacidad, como falta, podría leerse desde la problemática del tener. Pero al esencializar la falta, queda sumida en la problemática del ser.


El paradigma de la diferencia procura brindar los apoyos
Estamos frente al paradigma del déficit, cuando escuchamos hablar de compensar, reemplazar, dar lo que falta y como contrapartida, las personas con discapacidad tolerando, agradeciendo, sometiéndose a lo ofrecido. Palabras como inválido, lisiado, tullido, mutilado, incapacitado, impedido, deforme, idiota, tarado, han trazado épocas y denotado significaciones sociales respecto de lo que hoy llamamos “discapacitado”, que implica un progreso del pensamiento occidental de los últimos decenios, versus aquellas denominaciones de clara orientación negativa, de anulación, de afirmación del déficit.
La propuesta conceptual de los últimos años es animarse a pensar la discapacidad desde la diferencia, lo que inmediatamente nos zambulle en las diferencias de cultura, de pertenencia, nada que tenga que ver con lo que falta con respecto a lo normal. “Diferente” reconoce raíces en el latín diferens: dos caminos. Condición cualitativa de un sujeto que va por otro camino.
 En la cultura malinké, por ejemplo, la diversidad es un VALOR que significa interacción para el beneficio mutuo, mientras que en algunas sociedades occidentales, la diversidad aún resulta un ANTI-VALOR, temible por su impronta de heterogeneidad, inherente a cualquier sociedad que se proclama democrática y moderna.
 Y de un desafío se trata. De brindar los apoyos que las personas con limitaciones funcionales necesitan para tener las vidas que ellos quieran tener y puedan sostener. Pensar en apoyos nos posibilita pensar la discapacidad no sólo con aquello de lo que se carece sino con lo que las personas pueden, pudieron y podrán y no intervenir para suplir faltas, sino brindando desde el entorno, la ayuda necesaria para vivir. Se trata de pensar en apoyos y niveles de apoyo para personas que requieren ALGUNAS ayudas durante ALGÚN tiempo en ALGUNAS áreas.
 Una persona con discapacidad tiene derecho a hacerse a sí misma y a operar su propia realización, así como a desarrollar sus dinamismos fundamentales dentro de la sociedad. Desde aquí, todo abordaje de la discapacidad que obvie esta dimensión relacional dentro de una determinada sociedad y que evite el nombrar apoyos sustituyéndolos por reemplazos o compensaciones, será considerado acto discriminatorio.
  La actualidad nos plantea un escenario que excede las diferencias en relación con la discapacidad: una creciente diversidad de alumnos en todos los niveles de la enseñanza formal, en cuanto a lenguas, culturas, religiones, sexo, estados socioeconómicos, marcos geográficos y muchas otras que denotan la multiculturalidad presente. Frente a esta realidad, a menudo encontramos que la diversidad resulta entendida como problemática más que como oportunidad de enriquecimiento y aprendizaje. Y aquí se forjan las semillas de la discriminación.
 La integración es una idea reguladora de la racionalidad práctica de la acción social, en el sentido que nos orienta, ayuda, mentaliza a aceptar que la sociedad está formada por seres diferentes y algunos más que otros. Específicamente para la integración escolar, la escuela debe ser concebida como una institución abierta a la diversidad desarrolladora, que a la vez que socializa, garantiza la atención diferenciada y personalizada como respuesta a las necesidades educativas de sus alumnos, incluyendo las más complejas o especiales (sensoriales, motores, verbales, intelectuales) o aquellas determinadas por carencias del entorno socio familiar.
 Para llevar a la práctica la integración en la escuela común, deben darse ciertas condiciones, como por ejemplo: a) favorecerla siempre que sea posible; b) una legislación que avale y garantice los derechos y deberes de las personas con necesidades educativas especiales (que vale aclarar que los únicos que las tienen no son los discapacitados); c) el cambio de actitud de la población en lo que refiere a su voluntad integradora; d) la formación especial de maestros y profesores; e) la limitación de la masividad en las aulas; f) el fortalecimiento de la autonomía y autoridad de la escuela; g) el incremento del apoyo a la escuela y condiciones de acceso al currículo y participación activa de la familia; h) contar con adaptaciones curriculares que posibiliten una planificación educativa individual y su correspondiente sistema de evaluación; i) generar el cambio en el imaginario social ante una experiencia de integración que plantea pensar en la diferencia y la diversidad; j) conformar equipos interdisciplinarios

 Una mirada desde la diversidad: el enfoque de resiliencia

Cada ser humano y la sociedad de la que es miembro, pueden ir presentando diferentes expectativas respecto de lo esperado de una persona en cada etapa de la vida y en los distintos ambientes en que se desenvuelve.

Si al momento del nacimiento, o por diversas circunstancias durante su vida (enfermedades, accidentes), resulta que esta persona no posee las facultades mínimas esperadas para su desenvolvimiento, se comienza a reconocer a la misma como con alguna discapacidad ya sea esta del orden físico y/o psíquico.

Existen diferentes actitudes frente a alguien con alguna discapacidad (sin importar el grado de incapacidad que esta tenga). El abanico se despliega desde quien presenta una total indiferencia (y al no adoptar ninguna responsabilidad es cómplice de “abandono” ante la situación) hasta el que, con afán de ayudar, se muestra sobreprotector (haciéndose cargo de todo y de todos, sin permitir su crecimiento). En ambos extremos el resultado es el mismo: la persona con alguna discapacidad asume un papel pasivo, que la instala en su cuadro, agravando de esta manera su propio estado.

 Se debe fomentar aquellas actitudes relacionadas con reconocer las otras capacidades que la persona tiene, en vez de detenerse en todo aquello que no puede hacer.

Nos estamos refiriendo a la resiliencia que se define como la “capacidad de una persona o de un sistema social de vivir bien y desarrollarse positivamente a pesar de las condiciones de vida difíciles, y esto de manera socialmente aceptable” . Pero la resiliencia “no es una cuestión individual, es el signo visible de un tejido de relaciones y experiencias que enseñan a la gente dominio, arte de vencer obstáculos, amor, coraje, moral y esperanza” . Pero no se trata sólo de aguantar la adversidad; con aquello que era una circunstancia adversa, el resiliente hace algo que lo lleva hacia adelante en la vida.

Este "modelo del desafío" concibe a cada daño en sí mismo como un desafío y cada ser humano posee como un escudo de resiliencia y tiene que descubrir la posibilidad de fortalecerla. Para el desarrollo de la resiliencia hay factores que son decisivos, por Ej. el estilo de crianza, la manera como se va conduciendo la educación, entre otros.

El lugar que tengan en esta sociedad las personas con capacidades especiales debiera estar sostenido desde todo el colectivo social (instituciones gubernamentales, no gubernamentales, ciudadanía) y convertirse en tarea de cada uno buscar y prepararse para posicionarse de acuerdo a sus propias capacidades.

El concepto de Resiliencia (capacidad de una persona o de un sistema social de vivir bien y desarrollarse positivamente a pesar de las condiciones de vida difíciles, y esto de manera socialmente aceptable) en los niños nos aporta valiosos elementos en los distintos aspectos de nuestra práctica.






Bibliográfia


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Avaria, Andrea( 2001). Discapacidad: Exclusión/Inclusión. Revista Mad.5-Universidad de Chile
 De La Torre,S (1995). Estrategias de cambio para la acción social. En González,A. Didáctica general: modelos y estrategias para la intervención social ( pp 319-350). Madrid. Universitas
 González Castañón, D.(1999) . "Retraso Mental: guía básica para comenzar un siglo" Alcmeón Nº 30 8 (2), 174-194 González Castañón, D.(2001).
Déficit, diferencia y discapacidad. Topía en la Clínica n° 5 - marzo Puigdellivol, I (1999).
La educación especial en la escuela integrada. Una perspectiva desde la diversidad. Barcelona: Graó