lunes, 22 de noviembre de 2010

Adolescencia y Posmodernidad



Investigación sobre “Adolescencia y Posmodernidad”
Cátedra: Diagnóstico de las dificultades del aprendizaje
Universidad Nacional de Lomas de Zamora
Segundo Cuatrimestre del 2010

Alumnas:
Bide Zatloukal Sabrina
Sarulyte Florencia

Abordar la cuestión de las nuevas problemáticas de los adolescentes en el contexto actual demanda situar la cuestión en un marco amplio que nos permitirán encontrar un mejor tratamiento.
Los adolescentes constituyen, por su propia vulnerabilidad, un interesante referente para analizar la sociedad a la que pertenecen, de la cual se constituyen en verdaderos espejos. En los tiempos posmodernos, los adolescentes encuentran que su propia realidad interna se ve reflejada y emparentada con la realidad externa: una se espeja en la otra. Hay ciertas referencias en donde creemos que se ven reflejadas estas cuestiones:

Ø  Hoy en día la adolescencia se postula como un modelo social. Está dejando de ser considerada una etapa del desarrollo vital para convertirse en un modo de ser y hacer.

Ø  Se ha acortado la brecha generacional entre padres e hijos. En la mayoría de las situaciones, los adolescentes no encuentran una imagen claramente diferenciada se sus padres, sino que a menudo descubren en ellos las mismas dudas y conflictos personales.

Ø  Existe un fuerte desencuentro entre dos culturas, los adolescentes y la institución escolar. Este conflicto se evidencia sobre todo en el nivel medio, tal como lo señala Juan Carlos Tedesco: “Hace ya mucho tiempo que los diagnósticos, tanto cualitativos como cuantitativos, han señalado que en la enseñanza media se concentran la mayor densidad de problemas o, desde el punto de vista de las políticas de educación, existe la menor cantidad de soluciones y respuestas”[1].

Frente a estas alternativas, entendemos que debemos aproximarnos a ellos para comprenderlos, ir a su encuentro. Esto nos ayudará a confirmar que es un momento de la vida en el que se descubre un horizonte inmenso de opciones de realización personal y comunitaria.

Aproximaciones teóricas para re-pensar al adolescente
Adolescencia proviene de un término latino que significa crecer, padecer, sufrir, ir creciendo para convertirse en un adulto. Es un periodo de crisis, entendido como un proceso de cambio a través del cual el joven alcanza la autonomía psicológica y se inserta en el mundo social, sin la intervención de la familia.
En este tiempo hay dos cuestiones fundamentales que se realizan. La primera de ellas es el logro de una identidad propia, el alcanzar una definición de si mismo, seguridad y valoración personal. La personalidad se reorganiza a través de procesos de identificación con las figuras primarias y de nuevas identificaciones con nuevos grupos y sujetos. La segunda es la apertura hacia un mundo socio-cultural con una búsqueda del sentido de la vida y el desarrollo de un proyecto de vida.
La pubertad, es el proceso caracterizado por los cambios físicos que suceden a partir de los 9 y 10 años, preparando al cuerpo para la madurez sexual (capacidad para reproducir); se diferencia de la adolescencia, como un fenómeno psico social que no tiene un tiempo definido que la separe de la pubertad, durando hasta comenzar la adultez.
Con el desarrollo de la sociedad, la adolescencia se ha ido prolongando. Por lo tanto, su duración varía según las épocas, los países y las culturas, como también dentro de una misma comunidad. Sin embargo hay algo que traspasa a todas las épocas: el adolescente oscila entre tendencias contrapuestas o pares antitéticos que muestran la vida fluctuante en la que están inmersos.
Anna Freud [2]destaca tres aspectos específicos del comportamiento adolescente:

  • Introversión - Extraversión
La introversión se asocia al descubrimiento de la propia interioridad, es una toma de distancia que lo dispone a aproximarse a sus vivencias y a su cuerpo, favoreciendo su propia historicidad. En el ámbito familiar, esto se asocia con la búsqueda personal y la separación del individuo de los padres. En cambio, la extraversión, se relaciona en la necesidad del sujeto de se ser aceptado, de poder insertarse en un grupo favoreciendo el sentido de pertenencia y la experimentación de roles dentro de un grupo. Estos nuevos lazos de pertenencia harán más fácil el desprendimiento de lazos familiares.

  • Dependencia – Independencia
Como mencionábamos anteriormente, la adolescencia se caracteriza por fluctuar entre tendencias contrapuestas. Este par antitético es con el cual, mayormente, se identifica al adolescente. Quieren librarse de los vínculos familiares pero están muy influidos por ellas. Reclaman mayor privacidad y autonomía, dedicándole menos tiempo a la familia y más a los amigos. Pero en esa búsqueda de independencia, quieren ser confirmados por sus padres, como también por su grupo de pertenencia. Son sumamente críticos y cuestionadores con las figuras de autoridad, en especial con sus progenitores.
  • Fanatismo – Apatía
Hoy en día presentan un fuerte fanatismo, compartido por la mayoría, en relación a los medios de comunicación, tecnología e Internet. Desean saber y conocer a través de ellos. Tambien puede darse por medio de una tendencia a identificarse, por ejemplo, con un grupo musical o un equipo deportivo, generando nuevos lazos de pertenencia grupal. En contraposición, se presentan apáticos en aquello que se relaciona a lo escolar, a los docentes y al estilo tradicional de educación.

Ahora bien, para Piaget[3] , la adolescencia es el inicio de la etapa de las operaciones formales, definiendo un pensamiento lógico – deductivo. Para él, esta etapa era transcurrida por todos los sujetos sin importar sus experiencias educacionales o ambientales. Lo que resulta sorprendente en el adolescente es su interés por todos los problemas inactuales, sin relación con las realidades vividas diariamente o que anticipan situaciones futuras del mundo, que a menudo son quiméricas. Lo que resulta más sorprendente es su facilidad para elaborar teorías abstractas. Agrega el autor: "Por tanto existe un egocentrismo intelectual en la adolescencia, comparable al egocentrismo del lactante que asimila el universo a su actividad corporal y al egocentrismo de la primera infancia que asimila las cosas al pensamiento naciente (juego simbólico, etc.). Esta última forma de egocentrismo se manifiesta mediante la creencia en el infinito poder de la reflexión, como si el mundo debiera someterse a los sistemas y no los sistemas a la realidad. Esta es la edad metafísica por excelencia: el yo es lo suficientemente fuerte como para reconstruir el universo y lo suficientemente grande para incorporárselo. Posteriormente al igual que el egocentrismo sensorio-motor es reducido progresivamente por la organización de los esquemas de acción, y del mismo modo que el egocentrismo del pensamiento característico de la primera infancia finaliza con el equilibrio de las operaciones concretas, de idéntica forma el egocentrismo metafísico de la adolescencia encuentra paulatinamente su corrección en una reconciliación entre el pensamiento formal y la realidad: el equilibrio se alcanza cuando la reflexión comprende que su función característica no es contradecir sino preceder e interpretar a la experiencia. Y entonces este equilibrio es ampliamente superior al del pensamiento concreto puesto que, además del mundo real engloba las construcciones indefinidas de la deducción racional y de la vida interior”.
En las observaciones de Piaget, el adolescente era también un idealista romántico, interesado en el pensamiento, en la construcción de utopías. Era alguien profundamente interesado en las humanidades, en su mundo interno, en lo social. Había desarrollado la capacidad de reflexionar y la ejercía en la contradicción del universo de ideas que se le proponía y en la construcción de otro.
A medida que el proceso de adolescencia se va prolongando se hacen evidentes ciertas características que van conformando una cultura adolescente, creando un lenguaje particular, códigos y modos de acción que los identifique. Entre las características, podemos mencionar:

·         Búsqueda de sí mismo.
·         Identificación fuerte entre los integrantes de un grupo.
·          Convierten el tiempo en presente, las urgencias son enormes y las postergaciones, irracionales.
·          Evolución del autoerotismo a la heterosexualidad.
·          Rebeldía juvenil.
·         Separación progresiva de los padres.
·         Fluctuación del humor y del estado de ánimo

El escenario: la Posmodernidad
Durante la modernidad se creyó que el progreso de la ciencia y de la tecnología, nos conduciría a una sociedad mas libre del trabajo rutinario. Por lo tanto, el tiempo que nos restaría seria ocupado en tareas creativas y placeres intelectuales. Pero la posmodernidad, es algo más que una etapa que subyace a la modernidad, es un mundo enloquecido hasta la extenuación.
En la posmodernidad, como sabemos, el tiempo cobra un lugar inigualable. Todo es fugaz, rápido. Todo es descartable, todo es recargable, tiende a durar poco tiempo y a ser cambiado muchísimas veces. La necesidad es constante, si no lo aprovechas ahora, perdes la oportunidad.
Los vínculos también cambian, se debilitan. Las emociones son light, y la vida soft. Las relaciones se dan en poco tiempo pero con mucha intensidad. El sujeto se cierra en una actitud egocéntrica hacia su propia subjetivación. Vive en función de si y para si, perdiendo la capacidad de amar y de apertura hacia los otros. Cada sujeto se compromete con su propia responsabilidad personal.
Todo en este mundo se caracteriza por el confort, menos esfuerzo, satisfacción inmediata, entrega ya. Todos los avisos publicitarios hacen referencia a la inmediatez, a lo espontáneo, al placer, a los objetos de lujo, a la moda, a la estética, a los medios masivos de comunicación entre otros negocios a los que estamos acostumbrados. Hoy en día se piensa en el gastar antes o sin tener el dinero. Ayer se ahorraba para tener un futuro mejor,
Hay un rechazo al límite, a la norma, Hoy todo se cuestiona, todo vale, “hace la tuya”. Se privilegia lo personal sobre lo social. El sentido de lo lúdico radica en reírse del otro.
La cultura de la imagen destaca el valor de ser joven. La adolescencia supone un modelo en el cual debemos instalarnos para siempre. Define una estetica donde es hermoso lo muy joven y hay que hacerlo perdurar mientras se pueda y como se pueda. Vende gimnasia, regímenes, cirugía plástica de todo tipo, implantes de cabello, lentes de contacto, todo aquello que lleve a disimular lo que muestra el paso del tiempo. El adulto deja de existir como modelo físico, se trata de
ser adolescente mientras se pueda y después, viejo. Ser viejo a su vez es una especie de vergüenza, una muestra del fracaso ante el paso inexorable del tiempo.
Los avances tecnológicos son parte importante de esta nueva era. Se ve al mundo como una gran aldea, logrando disipar las distancias entre los países. Hoy en día la revolución multimedia avanza minuto a minuto caracterizándose por un denominador común, la tele-ver y el video-vivir. Todo es mostrado y actualizado a cada instante desde cualquier lugar.

Ser adolescente en la Posmodernidad
El adolescente realiza una búsqueda interior a fin de poder afirmar su identidad y de responder a la pregunta de ¿Quién soy?. Según Erikson el adulto es el frontón necesario para que el joven tenista haga sus prácticas, se pruebe, pruebe los golpes, mejore sus tiros y resulte, sin desgaste para el frontón un adulto hecho y derecho[4].
Así el adolescente que crecía se encontraba con una generación adulta y se entrenaba peloteando contra ella, mejorando sus tiros, conociendo su propio estilo, sus errores y sus virtudes en el juego. Entre esa generación adulta y él había una distancia, una brecha dada por las diferencias de épocas que a cada uno le había tocado vivir y de la educación recibida.
Hoy en día, nos enfrentamos con un nuevo fenómeno, el miedo y la inseguridad de los padres en relaciona a sus hijos adolescentes. Podemos decir que hay padres que no ejercen su autoridad justificando que su hijo debe expresarse con libertad para madurar su personalidad. Se acercan a sus hijos borrando distancias, haciéndose compinches compartiendo infidencias.  También hay otro que dejan que sus hijos busquen respuestas por si solos, generando una relación ausente.
Otro tipo de padres son los sobre protectores, aquellos que dilatan la niñez de sus hijos amparados en la inseguridad externa que los amenaza constantemente. Reconocer que los niños han crecido significa aceptar que los han perdido y que ellos han envejecido. Estos padres no aceptan las decisiones de sus hijos, en sus maneras de actuar. Pretenden ser imprescindibles y les resuelven sus problemas para así, negarles autonomía. Por ultimo, hay padres que hacen un uso abusivo y arbitrario de su autoridad. Justifican sus ordenes y actitudes con la expresión de “porque yo soy tu padre o soy tu madre…”, el hijo es una propiedad, es una posesión absoluta.
La existencia de estos modelos da cuenta de las dificultades de los padres en asumir con madurez el ejercicio de la autoridad, trasladándose la responsabilidad a la escuela, a los docentes,  a los medios. Estos estilos de padres no permiten al adolescente incorporar una imagen claramente diferenciada del adulto, separada de por sí por la madurez generacional, sino que se encuentra con padres atemorizados o autoritarios, quizá con sus mismas dudas.
En nuestros días, la mayoría de los adolescentes conviven en sus hogares con familias mononucleares, otro de ellos con su padre y madre, pero en general estos padres trabajan obviamente fuera de casa y full time, como lo pide esta nueva era. Por lo tanto estos jóvenes quedan varias horas solos, teniendo que ser criados a la distancia. Es aquí donde aparece la tecnología a ocupar su lugar: la televisión, la computadora, los videos juegos, Internet, entre otras novedades que acompañan a los adolescentes durante ese tiempo. Comienzan a formar parte de su familia siendo como “niñeras digitales” pasando a ser objetos de crianza.
El adolescente que vive en la ciudad tiene que estar restringido en su hogar por la inseguridad y violencia que inunda las calles, se inserta en el mundo net. Pasa a formar parte de grupos de referencia en el espacio virtual ya sea desde el Chat, o el Facebook, Twitter o Fotolog. Estas son redes sociales vigentes con millones de adeptos, en especial y en su mayoría, adolescentes. Estos sitios muestran sus vidas y todas sus acciones pudiendo modificarlas desde cualquier lugar y momento, desde la computadora o el celular, de manera fugaz e inmediata, pudiendo dar a conocer al mundo lo que se hace a cada minuto de la vida. Un mundo sin rostros ni géstica con un código donde la calidad de la expresión escrita se    desvirtúa y nuevos símbolos abreviados reemplazan la palabra con su verdadero significado.
Los adolescentes net son jóvenes que se encuentran sobre informados, sobresaturados de información. Muchas veces pareciera que les es difícil diferenciar entre lo real y lo virtual.
Esta realidad nos demuestra que los adolescentes necesitan padres adultos para confrontar y espacios de dialogo, cara a cara, donde ambos se involucren íntegramente; esto nos ayudaría a poder evitar en algunos casos varias perturbaciones que pueden afectarlos como bulimia-anorexia, drogadicción, delincuencia, depresión, suicidio.

La escuela, recibidora de los adolescentes posmodernos
Debemos considerar en la posmodernidad a la familia y a la escuela como ejes centrales de reencuentro, donde se irá preparando a los jóvenes para que se desarrollen con confianza en esta época que les tocó vivir. Sabemos que educar implica integrar al sujeto al mundo de la cultura.
La escuela tiene como uno de sus fines la transmisión de la cultura pero hoy permanece encadenada al pasado, cuando sus partes exigen vivir el presente. Esto le imposibilita  dar respuestas a las demandas sociales quedando la construcción del futuro como una tarea relegada. Parece que la escuela tal como esta planteada es una institución incompatible con la propuesta social actual.
El sistema educativo debe transformarse profundamente desde sus raíces para responder a las demandas de los jóvenes, sin renunciar al deber ser de la escuela.  Rescatan como positivo el vínculo que establecen con los compañeros, el conocer a algún profesor que “les hace pensar” y “los escucha”, y algunas charlas informales sobre temas de actualidad. Rechazan el excesivo formalismo escolar y el hecho de estar muchas horas por día escuchando contenidos que alientan a la repetición y a la memoria sobre la información que, por otra parte, se puede obtener fácilmente con sólo apretar un botón
Por tanto creemos que los adolescentes necesitan una escuela que:
Ø  Resulte punto de  re-encuentro entre ellos y los adultos
Ø  Pueda brindarles una mirada diferente frente al futuro sin aliento y frustrado que supone.
Ø  Los forme en la construcción de proyectos que parten de los aprendizajes, apostando al trabajo bien hecho, con esfuerzo, donde dedicarle horas al estudio no es una pérdida de tiempo.
Ø  Haga que sus valores sean visibles en las tareas cotidianas, abriéndose también a la cultura formando parte de proyectos sociales y culturales.
Ø  Valore el tiempo de estudio y trabajo, como también el ocio creativo.
Ø  Por último, cultive y construya relaciones ya que solo se aprende y se crece en interacción con otros.

Conclusión
Invitamos, a partir de lo expuesto, que cada sujeto, cada adolescente es u misterio que se debe respetar, que deben su vida debe crecer y desplegarse. Nosotros como adultos que formamos parte del proceso enseñanza-aprendizaje, debemos ser “puentes” para que ese misterio se revele. Debemos aceptarlos como son, alegrarnos por sus triunfos, comprendiendo sus decisiones y siendo pacientes en su crecimiento.
Para finalizar, nos quedamos con esta frase para repensar:
Cada ser humano es una pieza importante, preparada por el Señor para cumplir una función determinada dentro del plan que Él ha trazado para la humanidad. En cada ser humano existen valores insospechados y programas especiales para que cumpla una misión individual e irrepetible























[1] Tedesco Juan Carlos “Introducción” en “La educación secundaria ¿cambio o inmutabilidad?”,  II de UNESCO, Buenos Aires, 2001.
[2] Freud Anna, “El yo y los mecanismos de defensa”.
[3] Piaget Jean “Seis estudios de psicologia
[4] Erikson “Identidad, juventud y crisis

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