CÁTEDRA: DIAGNÓSTICO PARA LAS DIFICULTADES
TRABAJO MONOGRÁFICO: “ESCUELA Y FAMILIA EN LA POSMODERNIDAD”
PROFESORA TITULAR: Lic. Nélida A. Moscheto.
PROF. ASOCIADO: Lic. Gustavo E. Arriondo.
J.T.P.: Prof. Psic. Andrea Aloi.
ALUMNAS:
FERRERAS, Melisa Analía DNI 29.004.120
TAMBA, Vanesa DNI 26.953.771
2º Cuatrimestre de 2010
Índice
Introducción 3
La era de la Posmodernidad 4
Caída de las Instituciones 4
Implicancias en las Instituciones de la Familia y Escuela 5
Concepto de Infancia 6
Caída de la Infancia 6
Conclusión 8
Bibliografía 9
Introducción
A partir del presente trabajo se pretende comprender de qué manera se relacionan los conceptos de familia y escuela en la posmodernidad, inicialmente definiendo el concepto de posmodernidad y articulándolo con dichas instituciones, intentando reflejar a su vez cómo esta época marcó la separación entre el adulto y el niño.
Se abordará asimismo, de qué manera se constituyen nuevas formas de subjetividad, reproducidas por la escuela, la familia y el Estado y cómo la fuerza subjetivante de las mismas se desvanece en los vaivenes contemporáneos.
De esta forma, se trazará un recorrido desde las primeras representaciones de la infancia hasta la actualidad, para dar cuenta de su evolución como concepto, así como de su relación con las dos instituciones implicadas en ella (familia-escuela).
La era de la posmodernidad
“Aquí como en otras partes el desierto crece: el saber, el poder, el trabajo, el ejército, la familia, la iglesia, los partidos, etc., ya han dejado globalmente de funcionar como principios absolutos e intangibles y en distintos grados ya nadie cree en ellos, en ellos ya nadie invierte nada.” (Giles Lipovetsky)
El diccionario designa el término posmodernidad como un “movimiento artístico y cultural de fines del siglo XX, caracterizado por su oposición al racionalismo y por su culto predominante de las formas, el individualismo y la falta de compromiso social.”
Se trata de un nuevo paradigma que configura nuevas formas de intercambio social, nuevos principios y un nuevo individuo, escéptico y apático, en la búsqueda permanente de su propio ego y su propio interés.
Al desconectar el deseo del colectivo social, apaciguando el entusiasmo y la movilidad social, el sistema invita al descanso, al descompromiso emocional y la indiferencia se instala.
Caída de las instituciones
Las instituciones, productoras de subjetividad, pierden su fuerza como modeladoras de los individuos como seres sociales. Éstas, en su dinámica, atraviesan al sujeto, lo producen y lo arman. Forman una trama social y atraviesan a los individuos que por medio de las prácticas, las mantienen y crean otras nuevas.
Al socializar al individuo, tienen que proveerlo de sentido. Estas significaciones son las que hacen que las instituciones de una sociedad tengan sentido y por ello eficacia.
El Estado, como metainstitución, coordinaba las instituciones en un todo, amalgamando éstas según un parámetro estatal, otorgando significación a su devenir. Como institución principal de la instauración de nuestra subjetividad, se define en sus instituciones y en sus prácticas.
En la posmodernidad, los Estados Nacionales pierden su realidad política, su realidad económica. Caen como espacios soberanos de autonomía, como espacios capaces de orientar el curso del devenir. Se destituye a las significaciones, prácticas, representaciones y subjetividades propias de los Estados Nacionales.
De esta forma, ha perdido la fuerza hegemónica de instauración de subjetividad, despojando a las instituciones que antes conectaba de su grandeza interior y de su poder de movilización emocional. Así, éstas quedan flotando en un espacio sin vinculación que las coordine como un verdadero sistema de subjetivación.
Implicancia en las instituciones familia y escuela
Bajo los trazos de Quino, Mafalda nos muestra irónicamente la pérdida de la cualidad de verdad absoluta del discurso del docente.
La indiferencia crece y en ningún lugar es tan visible como en la enseñanza donde han desaparecido el prestigio y la autoridad del cuerpo docente. El discurso del maestro ha sido desacralizado, banalizado, situado en el mismo plano de los masa media y la enseñanza se ha convertido en una máquina neutralizada por la apatía escolar, mezcla de atención dispersa y escepticismo ante el saber.
El acceso indiscriminado de los niños a la información, sin necesidad de ser mediatizado por el adulto, ese otro que recorte la experiencia de encuentro con los objetos de conocimiento, impacta en la legitimidad del discurso de ese adulto, tanto en la institución familia como en la institución escuela, como ámbitos exclusivos de transmisión de conocimientos.
Se abre una distancia respecto de nuestro pensamiento tradicional (comeniano) en el que para poseer una experiencia cognitiva verdadera había que transcurrir por todos los niveles del sistema educativo.
Concepto de Infancia
La infancia es una construcción histórica de la Modernidad, cuyo sentido es dado por los distintos discursos pedagógicos. La construcción de este concepto ha sido larga y gradual.
Durante mucho tiempo el concepto de niñez fue excluido socialmente, comenzando recién a mediados del siglo XVII a operar otro tipo de sensibilidad hacia la infancia: por un lado, solicitud y ternura; por el otro, también solicitud pero con severidad, con la llegada de la educación formal.
Con esta aparición, el niño es considerado como sujeto dócil, al que se debe moldear la personalidad, a partir de los “medios del buen encauzamiento” como un arte de poder moldear la conducta a través de la disciplina para fabricar individuos. El éxito de este poder disciplinador depende del uso de instrumentos del control a partir de la mirada, de una norma que permita la coerción en la enseñanza, y el examen como instancia para el aprendizaje.
El manual escolar consideró a la niñez como un hombre del futuro, como sujeto dócil, de inocencia, de latencia y espera. En este sentido, la escuela debía cumplir la promesa de formar un sujeto del porvenir.
El “buen maestro” enseñará a través del ejemplo, y es mediante la repetición que el niño incorporará los buenos hábitos. El docente deberá descubrir el desarrollo físico del niño, procurando la creación de órganos sanos que posibilite la formación de futuros ciudadanos que se adapten a las normas de una sociedad organizada.
El estado configuraba organizaciones que consoliden y hagan circular los distintos conocimientos que lo legitimen como tal, para lo cual su objetivo era la unificación a través de un sistema único para lograr una coerción ideológica de la sociedad, objetivo perseguido a través de la creación de las Escuela Normales.
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Este sentimiento, que supo tener más peso en algunos momentos en la ternura, en otros en la severidad, llega a nuestros días, con nuevos matices.
La caída de la infancia
La idea de la infancia de la Modernidad se perdió y es sustituida por una idea de infancia violenta, reflejo de una sociedad también violenta. Esta representación que se tenía de la infancia como etapa inocente y tierna, ya no coincide con lo real, y se ve que, por ejemplo, ante un hecho delictivo se cuestiona desde lo jurídico su supuesta inocencia.
Ellos son el síntoma de que las instituciones familia y escuela están agotadas en sus funciones instauradoras de subjetividad. El viejo mandato de transmitir conocimiento y saberes de padres a hijos, hoy está trastocado: los niños acceden a todo tipo de información sin discriminación de edad, información a la que antes sólo podían acceder los adultos.
De igual forma, la escuela perdió su capacidad de significar la infancia, ha fracasado en la intervención práctica sobre lo real, su contención, es decir, perdió el sentido de moldear el cuerpo dócil.
Al rastrear las posibles causas de este fenómeno, podemos vislumbrar al Estado como metainstitución que ya no ofrece a la escuela (a los alumnos, a la sociedad) su poder legitimador. Esa “ficción educativa de la modernidad”, dejó de capturar al instituyente, dejó de homologarlo a lo existente. El estado, tal como lo expresáramos anteriormente, es la institución que atraviesa a todas las instituciones y le impregna su ideología para mantener el poder.
Estas instituciones atraviesan la subjetividad del sujeto desde niño, a partir de que nace inmerso en la cultura. Los padres, la lengua, van atravesando al infante y produciendo estructuras psíquicas, formaciones internas (Inconsciente, Preconsciente, Consciente) que estructuran su subjetividad y externas, en donde en relación con el medio se van conformando las instancias de lo Real, lo Simbólico y lo Imaginario.
En este sentido, las instituciones implicadas en el concepto de infancia como son la familia y la escuela, al caer como metarrelatos con poder subjetivante, provocan una distorsión en la apropiación de conocimiento, marcos de referencia y estructuras que le son transmitidas al niño por éstas.
Conclusión
En el recorrido realizado a través de la indagación de material acerca del tema propuesto, hemos podido hilvanar algunos aspectos que son propicios de puntualizar en este espacio de cierre, siempre abierto a nuevas elucidaciones.
En primer lugar, es importante destacar el denominador común en los análisis acerca de la posmodernidad como era del vacío. En este sentido, se observan diferentes aristas, como canales que se unen en este punto. El vacío es llevado así a categoría de estructura posmoderna en el cual se sustentan prácticas e ideas, sujetos e instituciones. Vacío de sentido, vacío institucional, vacío estructural que impregna estos tiempos.
Por otro lado, la multiplicación de las máquinas de información afecta y afectará a la circulación de los conocimientos. La libre proliferación de medios masivos de comunicación tiene como consecuencia la necesidad de nuevas formas de traducir esos lenguajes, tanto de los productores del saber como de los utilizadores del mismo.
El antiguo principio de adquisición del saber era indisociable de la formación del espíritu, incluso de la persona. Estos preceptos caen y caerán más todavía en desuso en una era en la que la fluidez de la información no cesa de encerrar al sujeto en la cotidianeidad del saber “express”, rápido y descomprometido. El saber ya, no importa qué, no importa para qué. Lo importante reside en el consumo de información, en un paradigma del conocimiento como valor de cambio, como la moneda, perdiendo su valor de fin en sí.
Tan fluida como liviana, la información es asequible en múltiples formas, accediendo a ella sin la mediación del adulto como instancia que permite recortar la experiencia de ese encuentro.
La familia y la escuela, en este marco, no pueden dejar de navegar en la incertidumbre de una función en desuso como lo es la transmisión del saber institucionalizado en ellas.
Parafraseando a Lipovetsky, el sujeto posmoderno está solo cruzando el desierto. “Después de la deserción social de los valores e instituciones la relación con el Otro es la que sucumbe, según la misma lógica, al proceso de desencanto. El yo ya no vive en un infierno plagado de otros egos rivales o despreciados, lo relacional se borra sin gritos, sin razón, en un desierto de autonomía y de neutralidad asfixiantes.”
Bibliografía
- Auderut, O. “Sobre mujeres y maestras en Sarmiento”. En Rev. Enfoques Pedagógicos, Nº 13, Santafé de Bogota, 1996.
- Corea, C. “¿Se acabó la infancia? Ensayo sobre la destitución de la niñez”, Lumen Humanitas, Buenos Aires
- Foucault, M. “Vigilar y Castigar”, Siglo XXI, Buenos Aires,1989, 17º edición en español.
- Gvirtz, S. “Nuevas y Viejas tendencias en la Docencia (1945-1955)” Biblioteca Política Argentina. Centro Editor de America Latina. Buenos Aire 1991.
- Lewkowicz, Ignacio. “Explotación, exclusión, subjetivación”. Charla en CTA.
- Lipovetsky, Giles. “La era del vacío”. Ed. Anagrama. 1986
- Lourau, R. “Objeto y Método del análisis Institucional”, Editorial Amorrortu.
- Pinkas, D. “Escuela y desiertos: hacia una historia de la Educación primaria de la Provincia de Buenos Aires”.
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