domingo, 28 de noviembre de 2010

“El niño y las vicisitudes de aprendizaje”


Trabajo de investigación
“El niño y las vicisitudes de aprendizaje”
Por Cardozo, Maria Laura y Donadio Debora

INTRODUCCION
En el presente trabajo  vamos a hacer un recorrido por aquellas vicisitudes que pueden atravesar los niños en el proceso de aprender, las mismas pueden tener una diferente etiología, ya sea, orgánica, social, socioeconómica, educativa o por inhibición intelectual, pero todas desembocarán en la restricción en el sujeto del deseo de aprender.
Estas vicisitudes se cristalizan en el ámbito escolar que es el espacio en donde el aprendizaje toma corporeidad en un espacio formal y el mismo está enmarcado en una serie de reglas y tiempos pautados por el sistema escolar, a los cuales no todos los niños  pueden atenerse y responder como la escuela requiere, sino que cada niño se desempeñará según su singularidad.
A este aprendizaje escolar se le debe dar un sentido, que el sujeto va construyendo por sí mismo, influido por condicionantes culturales familiares y del medio en el que interactúa. Este sentido o significado debería construirse a partir de la natural epistemofilia, es decir, a partir de una  asimilación de conocimientos aquí y ahora, y  también  una gratificante aplicación de dichos conocimientos a la realidad cotidiana e inmediata.
 Los investigadores, estudiosos y especialistas aceptan que el aprender es un fenómeno psicológico complejo, cuyo producto final – construir conocimientos – supone procesos mentales en los que intervienen, de una u otra manera, distintas dinámicas: biológica, afectiva, cognitiva, motriz, psicosocial, etc. Todas ellas deben articularse equilibrada y armónicamente para lograr un aprendizaje eficaz. Es decir, el aprendizaje es un proceso en el que se conjugan dimensiones subjetivas y también contextuales como las institucionales, las psicosociales y las políticas, atravesadas por tiempo y espacio socioculturales.



DESARROLLO
La preocupación por los problemas de aprendizaje, aparece ligada a la extensión de la escolaridad obligatoria y a la observación de que algunos niños se retrasaban en los aprendizajes básicos, dando lugar a un sistema de educación paralelo, el de la educación especial, aquí vemos como las vicisitudes en el aprendizaje también toma cuerpo en una institución formal, al igual que la escuela y la educación común, convirtiéndose en un fenómeno complejo y difícil de abordar desde un solo lugar.
Como planteamos en la introducción son varios los factores, dentro de las vicisitudes, que llevan a que un niño presente aciertos como falencias en el proceso de aprender llevado a cabo en la institución escolar, quizá, el que más nos interese y en el que haremos hincapié, es la influencia de lo social en relación a lo educativo, ya que un niño no está solo en este desarrollo, aquí están: el niño, la escuela,  el maestro, los padres y el contexto social.
Citando a Inés Dussel en su texto “La niñez contemporánea” ella menciona: “Alguien decía, hace bastante, que los hijos se parecen más a su tiempo que a sus padres. Con esa frase querían evidenciar que cada época imprimió características peculiares a los sujetos, confrontándolos con determinados problemas, con instituciones particulares, con tecnologías y modos de entender la cultura que los moldearon y los ayudaron a devenir adultos.
La escuela tuvo mucho que ver con la delimitación de la infancia, tanto por la difusión de un discurso psicológico que estableció de manera taxativa qué debía esperarse de los niños, como por la expansión de una idea de minoridad-incompletud- inmadurez que colocó a la infancia en un lugar subordinado, cuya voz y perspectivas no debían tenerse en cuenta. También tuvo mucho que ver con la producción de una infancia "correcta" y "aceptable" en términos morales y políticos. Una recorrida por los textos escolares nos permite ver los esfuerzos estatales para construir "un buen niño": patriota, ejemplo ciudadano, moralmente medido y con  pautas de higiene y con roles sociales claramente delimitados.
Quino, desde su personaje de Mafalda nos ayuda a entender que hay modos distintos de experimentar la niñez. La pluralidad de infancias es un elemento a destacar, en contra de una visión escolar que tendió a encerrar las experiencias infantiles en un armazón rígido que excluyó formas de ser niño o niña que no encajaban en estos parámetros.
 Pero además hay que destacar que en el último tiempo se suceden discursos tremendistas/ alarmantes/implacables/severos sobre la infancia: la infancia en peligro por las nuevas tecnologías; la infancia en crisis (o la infancia finalizada, la infancia inexistente) por la irrupción de los medios electrónicos y la transformación de las familias; la infancia peligrosa, la infancia abandonada, la infancia cartonera o la infancia de la calle, todas figuras que aparecen investidas de una falta de futuro y una falta de presente, difíciles de asimilar para la institución escolar”[1]
Si la institución escolar no puede asimilar a un niño “no convencional”, a un niño que no está inserto en una familia en la cual “el aprender y la escolaridad tiene un lugar importante” entendemos por qué los equipos de orientación escolar están  desbordados, constantemente, sobrevuela al docente la idea del “no puedo con este alumno” y esto se debe a que no se sienten preparados para abordar temáticas para las que “no fueron capacitados”, la sociedad cambia de manera efímera y con ella cambian valores, reglas, costumbres, hábitos, así como también los individuos que habitan esa sociedad.
Tomando en cuenta el texto de Correa Cristina “La destitución de la infancia”[2], cuando hablamos de infancia hablamos de prácticas estatales burguesas que instituyeron sobre el niño, producido como dócil, durante casi tres siglos. Tales prácticas produjeron significaciones con las que la modernidad trató, educó, y produjo niños: la idea de inocencia, de docilidad, la idea de latencia o espera. La escuela constituyó el ámbito en que la niñez espera el futuro, en ella se cumple la misión de educar al ciudadano.
En la actualidad, se produjeron variaciones en las dos instituciones principales en las que se apoya la niñez: la escuela y la familia, pero a su vez estas variaciones, se apoyan en los cambios en la cultura producidos por el desarrollo del consumo y la tecnología.
Debemos considerar, en ocasiones, la niñez como reflejo de la sociedad que varía, sociedad que se refleja en los más débiles e inocentes, el adulto, muchas veces ya no cumple la función de ser la persona que cuida y contiene al niño, y la escuela, en esta época, ha cambiado su función, antes estaba dirigida a educar al ciudadano para el progreso, ahora es asistencialista, cubre necesidades que no las puede cubrir la familia. Hay niños que se encuentran sumergidos en un contexto de violencia, delincuencia, pobreza y consecuente marginación, y de esta manera se dificulta que un niño solo ocupe su rol de niño, las dificultades que se les presentan ya no los dejan preocuparse por vivir su infancia, sino por cubrir el lugar que le deja preparado la sociedad consumista e “informatizada”.
La sociedad actual, ubica al niño en el mismo lugar simbólico que el adulto, cuando un sujeto-niño comienza a desempeñar un lugar en el sistema laboral, exigido ésto desde el contexto social en el que se encuentra inmerso; cuando desde los medios masivos de comunicación y con el auge tecnológico puede acceder a la misma información que un adulto, con la diferencia abismal de que éste último,  la puede manejar y procesar de un modo correcto, pero el niño no cuenta aún con las estructuras psíquicas y quizás madurativas, que se lo permita, puede producirle efectos perjudiciales, ya no ubicándolo como un niño que se interesa por vivir su infancia sino que tiene intereses similares a los de un adulto.
La situación escolar no escapa a esta realidad, el docente debería estar dispuesto a trabajar con niños que están posicionados en ese rol de adultos. Para estos niños, la escuela no es el lugar que alberga la dualidad aprender- placer, bien sabemos que si no hay placer es imposible que haya aprendizaje, o bien, puede existir pero sin adquirir una propia significación; parafraseando a Anny Cordié  “El niño no viene a la escuela para buscar el placer de la facilidad: este placer lo encuentra en otra parte, mirando  televisión por ejemplo o  en las revistas, evidentemente la enseñanza sería más atractiva si conservara ese costado lúdico que los jóvenes tanto aprecian. Todos saben que los profesores que tienen sentido del humor obtienen mejores resultados que los otros”[3]
Estas vicisitudes a las que el niño está expuesto, comienzan en su entorno más próximo y continúan reproduciéndose en la escuela  y así se convierten en parte de uno de los factores que puede desencadenar en el temido “fracaso escolar”, el cual produce el etiquetamiento del niño y la consecuente angustia, sintiéndose excluido y alejado, quedando en los márgenes de la sociedad.
Es desde aquí, donde no se genera tan solo un malestar en el alumno, sino también en el docente, donde éstos sienten una falta de adecuación a las poblaciones escolares actuales. Consideramos que, cuando un docente no puede contextualizar su práctica a favor del contexto que vive el niño, se  produce un vaciamiento de saber, ya que tal vez la adquisición del mismo no es su prioridad y necesita un  docente que mire más allá de su práctica, que pueda correrse de su lugar de transmisor de conocimiento y de  posicionar su mirada desde la comprensión, viendo la posibilidad del alumno y no quedando en la imposibilidad, recién logrado esto podrá transmitir un saber significativo y el niño podrá apropiarse de él.
Es necesario también, retomar la idea de aprendizaje significativo que logra que el aprendizaje se vea favorecido, no debemos olvidar que el niño es considerado un sujeto activo que se apropia del saber, y no un sujeto pasivo en el que se inscriben datos; se debe tener en cuenta lo que un alumno es capaz de hacer y aprender en un momento determinado, tomando también los saberes previos.
La diferencia entre aprendizaje significativo y aprendizaje repetitivo afecta directamente el vínculo entre el nuevo material de aprendizaje y los conocimientos previos del alumno, es importante que el docente, como mediador entre el conocimiento y el niño, pueda tender puentes que construyan un aprendizaje funcional a las necesidades del alumno, que lo pueda relacionar con circunstancias cercanas y con nuevos contenidos, se debe tener en cuenta que, para que un aprendizaje pueda darse de la manera más apropiada, debe mantenerse en el sujeto el deseo de aprender.
“El carácter subjetivante del aprendizaje muchas veces es olvidado y ciertos profesores o padres pretenden despertar el deseo de aprender en los niños y jóvenes, apelando a que “estudiar es necesario para alcanzar un trabajo mejor” o para tener reconocimiento social. Se desmiente así lo que la sociedad actual ofrece, y lo que es más grave, se desvirtúa el acto y el objeto del aprender, dejando a muchos niños por fuera de la posibilidad de reconocer su propio deseo de aprender”[4].
Los docentes en este proceso, deben propiciar herramientas y un espacio adecuado donde sea posible la construcción del conocimiento, donde el niño pueda conocer y re-conocerse como creador de conocimiento, donde su deseo de aprender se vea alimentado y estas vicisitudes que puedan surgir en el proceso puedan encaminarse a través de la figura docente, quien será el mediador entre el niño y el conocimiento.
No debemos olvidar que el docente debe poder ver más allá de lo que sucede en el aula, es importante que se contextualice al sujeto debido a que éste se encuentra atravesado por la singularidad que vive en su casa y en la sociedad, cuestiones que darán lugar a que el aprendizaje se pueda ver beneficiado o perturbado.
“El fracaso escolar afecta al niño en su totalidad”, entonces, sería importante reflexionar sobre la posibilidad de evitar estos fracasos si el sistema educativo se posicionase desde otro lugar, desde un lugar de subjetivación del alumno, donde se lo ubique al niño como constructor, como autor de sus propios conocimientos.



Conclusión
Sabemos que las relaciones pedagógicas que tienen lugar día a día en el aula, están atravesadas por emociones diversas, complejas y muchas veces contradictorias, que inciden sobre el proceso enseñanza-aprendizaje y que, o lo facilita o lo perturba.
Los mismos conceptos de educación, aprendizaje, enseñanza, niño, vicisitud  apelan a múltiples sentidos de acuerdo a las significaciones que demos a estos términos, generalmente la primera impresión que tenemos es que los padres y maestros demandan que los profesionales “psi” los conduzcan a ellos, cuando advierten la imposibilidad de su tarea, cuando no han podido conducir por “buen camino” a sus hijos o a sus alumnos. Tal vez nuestro futuro trabajo sea justamente romper la ilusión de que existe el surco, el camino que nos conduzca a todos, e intentar comenzar a esclarecer esa ilusión desde diversas perspectivas.
Y es que lejos de las expectativas de los actores de la educación que demandan “la teoría” que les permita su tarea, la educación no es una teoría ni cuenta con una teoría que la explique completamente. Como nos dice Sara Paín, la educación es en primera instancia un hecho social, con múltiples funciones que implica a varias instituciones sociales: la familia, la escuela, los medios de comunicación etc. y como hecho complejo, convoca a diferentes disciplinas para que en el trabajo en conjunto se pueda lograr un desarrollo positivo y favorecedor.
Es de vital importancia la familia como institución principal formadora de subjetividad en el  niño, como primer escenario de sus experiencias, a su vez, este niño estará inmerso en un contexto social que lo determina y atraviesa, es importante que, la escuela, como institución representante de la educación, pueda abarcar las necesidades del niño, más aún en el caso en el que “el aprender” no constituya el principal objetivo de determinado sujeto y su entorno, es necesario ver el trasfondo que rodea al niño que lo hace caer en un “problema de aprendizaje”, se debe hacer resurgir el deseo, trabajar la imposibilidad desde la posibilidad, no quedar en el aspecto negativo, valorar lo que le niño “si puede” y darle oportunidades, que la escuela actúe como disparador de cambio de la situación en la que se encuentra.
Es importante resaltar los logros obtenidos para que ese deseo de aprender se vea alimentado y pueda crecer.
 Vivimos en etapas de cambios constantes y de manera u otra, los niños como también los adultos se ven afectados por los mismos, a veces cayendo en un lugar en el que no se quiere caer, dejando de ocupar el lugar del infante dócil, y pasando a ser una voz opinante de lo que lo rodea, cargado de responsabilidades y a veces hasta con un “no saber” hacia donde se va, los docentes, en estas vicisitudes del aprendizaje serán los encargados de marcar el camino a seguir, abriendo posibilidades y no cayendo en el “no puedo”, saltando obstáculos y encontrar en lo malo, lo bueno.














[1]Dussel, Inés; Southwell, Marta; “La niñez contemporánea”, internet www.me.gov.ar/monitor
[2] Correa, Cristina; “la destitución de la infancia”
[3] Cordié, Anny “Malestar en el docente. La educación confrontada con el psicoanálisis”. Editorial Nueva Visión, año 2005
[4]Férnandez, Alicia “Poner en juego el saber”. Editorial Nueva Visión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario